Uno tiene derecho a enamorarse, pero no a ser pendejo

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yo no me quiero enamorar
La vida es eso que pasa mientras uno salta de un lugar a otro buscando eso que no se le ha perdido, o sea, el amor. Nadie nunca ha comprobado la existencia de esa vaina, pero todos creemos con una fe ciega en ella aunque muchos digan «yo no me quiero enamorar». Pero cuando el amor llega, o creemos que llega, es allí donde debemos poner un punto firme entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que estamos dispuestos a cambiar para estar bien con la pareja. Es por esto que en esta oportunidad desarrollaré una idea acerca de lo que se debe o no mantener, cambiar y/o sacrificar por estar en una relación.
 
Sí, uno comienza a salir con alguien y todo es color rosa, o digamos más bien azul, o el color que más le guste a cada uno para no pelear. Durante las primeras semanas o meses todo es tan perfecto que tal vez por ello existen las mariposas en el estómago, porque la cursilería es tal que solo causa náuseas a todo el que presencia tal abominación, digo, amor.
 
No es que el amor sea algo malo, no. Lo que pasa es que cuando uno se comienza a enamorar es cuando todo se comienza a complicar, porque ya no se piensa y se decide por uno sino por dos, o por nadie, porque generalmente hay una persona en la relación que toma todas las decisiones mientras que el otro es un pobre borreguito que hace lo que su pareja decide, grave problema. Para aclarar este punto vamos a retomar las leyes cangrejianas, que desde hace rato tengo un poco olvidadas.
 
Ley Cangrejiana: El éxito de una relación se basa en mantener la individualidad de cada uno sin olvidar que ahora caminan dos de la mano.
 
Que ley tan cursi, pero pongámonos agrestes con esta vaina.
 
La forma más fácil de tirar por la borda una relación es cuando una de las dos partes comienza a tomar el control de la situación. Cada quien debe mantener su lugar y su posición sin necesidad de doblegar sus opiniones ante su pareja, cada quien debe mantener su postura, su decisión y sobre todo su determinación para enfrentar a su enemigo,  que para este caso llamaremos pareja.
 
Está bien, no en todos los casos se debe o se puede ser tan rígido, se presentarán muchas ocasiones en las cuales alguno de los dos tendrá que dar su brazo a torcer, pero no se lo deje torcer mucho, porque de pronto lo terminan dislocando, o peor aún, le fracturan algo peor que un hueso, le fracturan la vida.
 
Como decía mi abuela, las cuentas claras y el chocolate espeso
 
Para tener una relación sana es mejor que todo comience con claridad, cada quien debe poner sus puntos de vista y reglas para que no hayan malentendidos a futuro. Lo más práctico y sensato que se debe hacer es mostrarse desde el principio como uno es, y no andar mostrando facetas mentirosas e hipócritas con el único objetivo de que esa otra persona no se desencante del monstruo que llevamos dentro.
 
Nadie es perfecto, eso es claro, por lo mismo no es necesario mostrarse como una mansa paloma para después sacar las garras de águila, no, eso no se hace. Si a uno lo van a querer que lo quieran con sus garras y sus defectos como vienen de fábrica.
 
No hay que dejarse ver la cara de…
 
Es muy común que a medida que va pasando el tiempo uno se va acomodando a la situación, y se va acomodando porque en últimas no hay de otra, uno tiene que ceder en algo, pero hay que saber hasta dónde cede, porque esto no es como los zapatos que el vendedor le dice a uno: «Llévelos, llévelos que eso con el tiempo cede y le ajustan perfectos», no señor. Cuando uno comienza a ceder mucho es cuando la relación ya no está quedando tan perfecta como debería, porque nadie nunca debe cambiar ni ajustarse para agradar a otros.
 
El punto exacto hasta el cual uno puede y debe ceder es hasta donde uno deja de sentirse cómodo para comenzar a sentir que está haciendo sacrificios. Los sacrificios se hacían en épocas en las cuales las personas creían que por matar una cabra iban a agradar a su deidad, pero hoy en día los sacrificios no se hacen de gratis, lo que uno sacrifica nunca vuelve, y en las relaciones es peor aún.
 
Otra cosa, no se puede confundir el amor con sacrificio. Hay muchas personas que tienen tal vez uno o varios tornillos sueltos porque se la pasan pidiendo sacrificios para que su pareja les «demuestre amor», vamos con un ejemplo bien casual:
 
«Miamor, es que si tu no vienes conmigo a donde (la bruja de) mi mami durante estas dos semanas que tenemos de vacaciones entonces es porque no me amas».
 
¡Pfff! Y quién dijo que semejantes sacrificios se hacían por amor, no señor, esos sacrificios se hacen por pendejo, porque si uno no quiere ir a visitar a su «queridita suegra» por dos largas semanas no quiere decir que quiera menos a su pareja, simplemente no quiere amargarse la vida de esa forma. En estos casos lo mejor es entrar a negociar un tiempo prudente, tal vez uno o dos días, pero no más.
 
Moraleja Cangrejiana: Es por todo esto que tal vez esto del amor no es para todo el mundo, porque quienes dicen conocerlo se quejan de haberlo conocido, quienes no lo han conocido se quejan de no haberlo sentido, y quienes ya lo conocieron y lograron escapar se alegran de haber salido con vida de allí.
Alejandro Pérez
@CangrejoPerez
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