Cumplir o no cumplir años, esa es la cuestión

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festejo de cumpleaños
Hasta que llegó el inesperado día de mi cumpleaños, hoy debido a este festejo de cumpleaños intenté inspirarme y remover las pocas neuronas que me quedan para sacar algo decente acerca de la evolución de los seres humanos con el pasar de los años, pero como no se me ocurrió nada inteligente, ahí les va.
Comencemos con algo bien tradicional de este blog:
 
Ley Cangrejiana: Crecer y madurar no es nada fácil, a veces es mejor quedarse siendo joven y biche.
 
A veces me pregunto si la vida fuera mucho más fácil si nos pasara lo mismo que a Benjamin Button, para los que no se vieron la película, este es un hombre que nace siendo anciano y con el transcurrir de los años se va haciendo más joven hasta que al final de su vida termina siendo un bebé. Esta historia siempre me pareció algo sórdida pero para este caso vale la pena hacer un análisis.
 
Nacer siendo un anciano podría ser una circunstancia bien trágica, ya lo sufrió Benjamin al ser abandonado por parecer una uva pasa, pero pobre, él no tenía la culpa, además los papás tampoco sabían que al crecer se iba a convertir en Brad Pitt, si lo hubieran sabido tal vez no lo hubieran echado a la calle. Ay sí ya sé que me apendejé, pero es mi cumpleaños y escribo lo que quiero.
 
¿Qué pasaría si los seres humanos humanos sufriéramos el mismo proceso que nuestro querido Benjamin?
 
Esta pregunta me la he hecho una y otra vez, porque soy uno de esos a los que le pega duro la edad, que sufre por sentir que le van llegando los años, y sueño que el día que descubran el secreto de la eterna juventud no sea demasiado tarde y yo pueda disfrutar de aquella receta mágica que impedirá que lleguen los achaques propios que genera esa suma incesante de años.
 
Nacer siendo viejo como Button podría ser una gran desventaja, pues como dije anteriormente además de parecer una uva pasa también sufriría de un sinfín de enfermedades propias de la vejez, que padecer teniendo la mentalidad de un niño sería totalmente traumático para la adolescencia y la adultez.
 
Bueno, y ni qué decir de la adolescencia, una etapa donde las hormonas están a mil, una parte de la vida en donde uno quisiera andar como conejo dándole todo el día a la joda. No me imagino uno en plena adolescencia sufriendo por la artritis, y peor aún, la incontinencia. Imagínese uno con su pareja saliendo a comer helado (si es que no tiene el azúcar en la sangre elevado), y diciéndole (léase con voz de cuchito): «Mi amor, ya vengo que voy al baño a cambiarme el Tena», nooooooo.
 
Otra de las etapas complicadas en la vida sería entre más o menos los 70 y 90 años, donde uno tendría digamos entre 20 y 0 años. Llegar a tener la apariencia de un adolescente pero con la sabiduría y experiencia de una persona mayor sería una cuestión algo diferente, pues ya no iría a cine, jugaría fútbol, ni se la pasaría de fiesta en fiesta, sino que disfrutaría más de sentarse con los amigos a echarse una partidita de parqués, dominó, o en el caso de las mujeres, una buena tarde de croché; no me imagino a un grupo de personas con apariencia adolescente en este tipo de planes, aunque admito que a mí a esta edad ya me gustan, seguramente estoy envejeciendo más rápido de lo que creía.
 
Y por último y al final de la vida uno terminaría siendo un niño, y posteriormente un bebé, pero de qué serviría ser niño cuando ya se ha perdido toda la inocencia.
 
Definitivamente el ciclo de la vida como está, está bien. Los años hay que aceptarlos como vienen, quejarse de volverse viejo no es la salida, la mejor opción es disfrutar cada uno de los años como sí fuera el último.
 
Moraleja Cangrejiana: en estos momentos no hay que quejarse por volverse viejo, es mejor aprovechar porque el mundo se acaba en 2 meses, son sólo dos meses para descualquierarse todo lo que no se descualquieró en los años que lleva de vida.
 
Escribiendo desde lo más profundo (del mar) Cangrejo Pérez.
Alejandro Pérez
@CangrejoPerez
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